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Ser eternamente agosto

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Opinión

Ser eternamente agosto

"Empezar el día leyendo es mi forma de ser agosto en otoño o invierno: es soltar amarras y navegar a la deriva en silencio", escribe la autora.

Playa de Bolonia (Patricia Simón)
Patricia Simón
15 agosto 2019 Una lectura de 3 minutos
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Aprendí uno de mis grandes placeres en la casa de Paco y Lola, un paraíso encaramado a uno de los montes que abrazan Tarifa en el que dejábamos evaporarse las horas mirando y tocando con la punta de los dedos África, a apenas 14 kilómetros, y alzando la mirada como quien alza el vuelo para montar a lomos de las aves migratorias que sobrevolaban en círculos nuestras cabezas, buscando la ola perfecta a la que subirnos entre las corrientes de aire que cruzan el Estrecho.

Era el lugar en el que buscabas volver a lo de siempre porque lo de siempre era siempre distinto. Allí, el día comenzaba así: los peculiares visitantes que aparecíamos sin apenas avisar nos íbamos levantando cuando encartaba y, pisando descalzos las frescas baldosas de barro, nos dirigíamos a la cocina. El primero en despertarse ponía la cafetera a fuego lento y se arremolinaba en uno de los sillones orejeros de la mesa camilla con vistas al mar. Así íbamos reuniéndonos todos, cada uno con un libro en su regazo como el que acuna al tiempo para que nunca te deje, con un gato siempre al alcance de la mano hambrienta de caricias, con un perro apoyando su morro en los muslos desnudos, conocedor como nadie de que la geometría humana nos convierte a todos en piezas perfectamente complementarias. Con voz bajita nos íbamos dando los buenos días con una sonrisa de esas que regalan a los que nunca les faltó un beso que llevarse a la boca. Alguien repartía en silencio el café en las tazas mientras cada uno retomaba el viaje de aquel verano asidos al libro como si fuese el lomo de una ballena voladora.

A veces, despegaba la mirada de las páginas y observaba ese estado de serenidad en el que vivíamos, de cielo abriéndose tras una tormenta en alta mar, de calma chicha cuando se atraca en un puerto envuelto en la niebla, de complicidad cuando dejamos de temer al oleaje para dejarnos acunar por las mareas. Yo quería que siempre fuese agosto, ser yo misma carne agostada. Pero a partir de septiembre, y cada vez más solo para unos pocos afortunados, agosto son los sábados: esos días en los que el tiempo se vuelve holgazán, caprichoso, y se enreda y se pierde en lo que verdaderamente importa, mientras el domingo actúa de parapeto de la caída, de salvoconducto para la vuelta a lo prescindible, a lo olvidable, a lo responsable.

Ropas que dejaron personas migrantes en su huida tras desembarcar de una patera en Caños de Meca, Cádiz, en 2018. Al fondo, una embarcación de Salvamento Marítimo buscando supervivientes (Patricia Simón)

Empezar el día leyendo es mi forma de ser agosto en otoño o invierno: es soltar amarras y navegar a la deriva en silencio. Olvidarse por unos instantes de que ahí afuera hay gente debatiéndose entre la vida y la muerte porque a la palabra puerto le hemos tenido que añadir el adjetivo de seguro, porque los puertos ya no son territorio seguro si eres un extranjero pobre, sino antesala de la prisión; posponer para más tarde la constatación de que el mar ya no es horizonte en el que dibujar sueños y aventuras, sino el campo de la batalla que libran nuestros gobiernos contra los migrantes y su destino final, su fosa común; silenciar un rato los altavoces desde los que los indecentes nos gritan desde nuestros Parlamentos que somos carne de cañón que no merecemos una tregua, un verano fatal de sábanas en el suelo mientras rellenamos nuestras esquinas; que no habrá más mañanas eternas de café y lecturas en una mesa camilla, que nunca volveremos a ser dueños de nuestro tiempo, que olvidemos que una vez fuimos eternamente agosto.

Empezar los días leyendo es mi forma de darles ostentosamente la espalda y recordar que somos más que los destinatarios de sus improperios, que somos todo lo que a ellos les gustaría ser si supiesen algo, si fuesen algo más que odio, codicia y miedo.

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Comentarios
  1. Chorche dice:
    15/08/2019 a las 13:31

    El informe «¿Enemigos del Estado?» Documenta cómo, en un momento en que las llamadas para proteger el planeta son cada vez más fuertes, los defensores de la tierra y el medio ambiente están siendo criminalizados por su activismo en todo el mundo.
    Son objetivos de campañas de desprestigio, sus protestas están siendo aplastadas, están encarcelados por cargos espurios y amenazados por fuerzas de seguridad privadas y estatales.
    Estas amenazas y persecuciones a menudo terminan en la muerte. El informe encontró que 164 personas fueron asesinadas en 2018, un promedio de más de 3 personas por semana, por defender su tierra y nuestro medio ambiente de industrias destructivas como la minería, la tala y los agronegocios.
    «A medida que avanzamos hacia el colapso climático, nunca ha sido más importante apoyar a aquellos que están tratando de defender su tierra y nuestro planeta contra la destrucción imprudente impuesta por los ricos y poderosos», dijo Alice Harrison, activista principal en Testigo global.
    «Dicen que somos terroristas, delincuentes, asesinos y que tenemos grupos armados aquí, pero en realidad solo nos están matando».
    (Estas son las palabras de Joel Raymundo, miembro del movimiento de resistencia Ixquisis en Guatemala que defiende pacíficamente sus tierras contra la minería destructiva y las represas hidroeléctricas. Han estado sujetos a años de violencia y amenazas. Varios miembros de la comunidad han sido asesinados).
    A medida que avanzamos hacia el colapso climático, es más importante que nunca que rompamos el ciclo de silencio que permite que los poderosos pisoteen los derechos humanos y el mundo natural. Debemos asegurarnos de que se escuchen las voces de los defensores de la tierra y el medio ambiente.
    Además, como lo han demostrado nuestras investigaciones , los proyectos que impulsan estos abusos ambientales y de derechos humanos a menudo son financiados por los ahorros o inversiones de la gente común, la mayoría de las veces sin su conocimiento. Desde la energía hasta la agricultura, los llamados proyectos de desarrollo en gran parte del mundo están impulsando la deforestación desenfrenada, el desplazamiento masivo y el caos climático.
    Todos vivimos en el mismo planeta. Todos estamos conectados por nuestra humanidad compartida. Todos compartimos un futuro común que se definirá por lo que hagamos para proteger nuestro medio ambiente. Si estás de acuerdo con esta idea, apoya a los defensores y apoya sus voces.
    https://www.globalwitness.org/en/campaigns/environmental-activists/enemies-state/

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